Es tan grato escucharlo hablar de sus obras.
Este poemario, “Rima asonante”, ha sido un derrame de tinta, casi al fin de un verano que parecía no terminar nunca. Es un objeto, dice, cada poema. Un poema desbaratado. Un contrapoema.
Hay una variación de la técnica. La vuelta a una métrica más clásica. Y otro formato, más grande del habitual. Cuenta que se quedó sin tintas y empezó a utilizar restos que le quedaban, además de bolígrafos y alcohol. Y que volvió a escribir en estos poemas con una pluma. Un plumín o plumilla veneciana, un regalo que le habían hecho y aún no había estrenado.
Pepe Lara quiere contarnos acerca de su desconfianza y hasta hartazgo de tanta oferta de ilusoria comodidad. Y en esta oportunidad ha incluido títulos. Son frases que anhelan un diálogo con el espectador, o señales por donde des-orientar al lector. Como quien cuenta un sueño. Caligrama expresionista.
También es el relato de su vuelta a Córdoba. Y sabemos que sólo podemos volver a lugares de donde nunca nos fuimos. Veinte años no es nada.
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