Durante la primera quincena de Mayo, se celebra el concurso municipal de Rejas y balcones donde participan los mejores exponentes de este tipo de cerrajería adornados con plantas. En este mes las calles del Centro Histórico de Córdoba se ven inundadas por cascadas de flores, cuya fragancia acompaña al turista en su visita a los patios, otra fiesta celebrada en el mismo período.
En Córdoba se engalana las ventanas y balcones con flores desde hace muchas generaciones. Esta costumbre no se formalizó hasta que en 1919 el alcalde Francisco Fernández de Mesa convocase el primer concurso de Escaparates y Balcones adornados. Tras diversas interrupciones y modificaciones, este certamen se celebra actualmente y en él participan los dueños de viviendas situadas en el casco histórico de la ciudad.
Las rejas que más suelen presentarse son las saledizas, un tipo de cierre que se caracteriza sobre todo por sus barrotes que sobresalen unos centímetros de la fachada, lo que permite a las flores crecer en cascada desde la planta superior. En cuanto a los balcones, destaca el de estilo francés pues dispone del espacio suficiente para colocar plantas a pesar de su pequeño tamaño. De entre ellas, sobresalen bellos ejemplares de gitanillas, geranios y petunias, aunque en algunas ocasiones también se colocan enredaderas que combinan elementos naturales con otros arquitectónicos de la fachada.
El concurso municipal de Rejas y Balcones surge durante el mandato del alcalde Francisco Fernández de Mesa, concretamente en el año 1919. Este año aparece anunciado como concurso de “Escaparates y Balcones Adornados” en el cartel de la gran Feria de Mayo de Nuestra Señora de la Salud. Los premios oscilaban entre 15 y 75 pesetas, pero no se entregaron “por no haberse optado por nadie a los mismos”, según un documento de la época hallado en el Archivo Municipal. En 1920 no se tiene constancia de la presencia de este concurso, pero en 1921 sí se sabe que vuelve a formar parte de las actividades organizadas para la Feria de Mayo.
En 1927 se produce una separación, apareciendo de este modo el concurso de Escaparates por un lado, y el concurso de Balcones y Ventanas por otro. Sin embargo, después de este año no se tiene noticia de este certamen hasta la finalización de la Guerra Civil Española en 1939, año en el que es convocado como concurso de Patios, Balcones y Rejas, nuevamente dentro del programa de la Feria.
Con la alcaldía de Antonio Luna Fernández en 1945, aparece el primer cartel de concursos típicos cordobeses de manera independiente. En este cartel se pueden observar las bases y premios del concurso de Patios Cordobeses, del concurso de Rondallas y del concurso de Rejas y Balcones. Este año el concurso de Rejas y Balcones tiene lugar entre el 13 y el 20 de mayo, y entre el jurado destaca la figura del pintor Enrique Romero de Torres. Los premios son de 150 pesetas el primero, 100 pesetas el segundo, 75 pesetas el tercero y 50 pesetas cada uno de los dos accésit que se entregan.
A partir de 1946 el Ayuntamiento de Córdoba se convierte en mecenas de este certamen y desde 1947 lo introduce dentro de las fiestas primaverales de mayo, haciéndolo coincidir con las fechas del concurso de Patios entre la primera y la segunda semana de mayo. Entre el año 1953 y el año 1957 se le pierde el rastro a este concurso, pero desde el 1958 hasta el 1980 se realiza de forma ininterrumpida. No obstante, entre el 1980 y el 1995 el certamen vuelve a ser detenido, y desde ese último año hasta la actualidad no ha faltado a su cita anual.
Las bases del año 1996 establecen tres premios concedidos por un jurado presidido por el Teniente de Alcalde de Participación Ciudadana: el primero de 75.000 pesetas, el segundo de 50.000 pesetas y el tercero de 35.000 pesetas, los dos últimos otorgados por el PRYCA, la empresa patrocinadora de este concurso. En este concurso se pueden presentar todas las rejas y balcones de aquellas viviendas situadas en el casco antiguo de la ciudad, el interior del perímetro formado por las calles, paseos y avenidas: Paseo de la Ribera, Avenida del Alcázar, Avenida Conde de Vallellano, Paseo de la Victoria, Ronda de Tejares, Ollerías, Ronda del Marrubial, Ronda de la Manca, Puerta Nueva, Campo Madre de Dios y Ronda de Isasa. La decoración puede estar compuesta por todo tipo de flores del tiempo, entre las que destacan las largas plantas colganderas, las gitanillas, las buganvillas, los geranios y los claveles de diversos colores.
En el año 2000 el patrocinador cambia de nombre, ya que el PRYCA comienza a ser gestionado por el grupo Carrefour. Por otro lado, las bases del año 2002 aportan como novedad la aportación por parte del Ayuntamiento en forma de vale con empresas concertadas la cantidad de 30, 60 o 90 euros por reja, según el tamaño y un distintivo que cada casa participante debe exhibir en un lugar visible durante los días del concurso.
La duración de este concurso es de dos semanas y coincide con la del concurso de Patios. Actualmente, la cuantía del concurso ha aumentado notablemente respecto a los primeros premios entregados en pesetas. En la edición de 2015, los premios, un total de seis, oscilan entre 200 y 900 euros, existiendo un accésit de participación de 65, 90 y 115 euros por reja, según el tamaño.
Por último, cabe destacar que este concurso carente de horarios cada vez tiene más aceptación entre los cordobeses, ya que les permite gozar a cualquier hora del día de una ciudad con maravillosos rincones dotados por una gran variedad de colores y de olores.
El origen de la vivienda cordobesa se remonta a la época romana. La domus estaba distribuida en torno a un patio rodeado por columnas que constituía el centro de la vida familiar. La fachada era muy sencilla y en ella se abrían las tabernae: pequeñas tiendas y talleres incomunicados con el resto del edificio a los que se accedía desde la calle. Por su parte, los habitantes menos acaudalados debían conformarse y vivir en las insulae, unas casas plurifamiliares de difíciles condiciones de vida, muy parecidas a los corrales de vecinos que abundaron en la Córdoba de principios del siglo XX. Sus estancias eran estrechas y se iluminaban a través de ventanas y balcones que daban al exterior.
Durante la ocupación árabe, el patio recibió un mayor protagonismo en detrimento de la fachada. Este hecho se debía a un estilo de vida que tendía a no evidenciar las diferencias sociales y a la importancia que le concedían los musulmanes a la privacidad familiar. Como resultado, las portadas de sus viviendas eran sobrias, sin apenas elementos arquitectónicos decorativos, con un aspecto bastante homogéneo.
Tras la conquista de la ciudad por Fernando III en 1236, los nuevos habitantes castellanos ocuparon las casas almohades sin apenas reformarlas. Sólo añadieron algunos motivos góticos en sus fachadas y las señalaron con sus escudos de armas. Este poco interés por embellecer el exterior del edificio se mantuvo hasta inicios del siglo XVII, momento en el que irrumpe el Barroco en España. Se trataba de un período en el que se inicia además un cambio de mentalidad entre los cordobeses, ya que buscaron establecer una relación más directa entre la calle y el interior de la vivienda. Así, por ejemplo, se sustituyó la ventana situada sobre la puerta por un balcón volado que permitía a la familia observar con comodidad las procesiones y actos públicos que se celebrasen fuera del hogar.
En el siglo XIX se instauró un nuevo modelo de casa cordobesa, caracterizada sobre todo por presentar una fachada simple y austera. La planta baja se componía de un zócalo de granito o enfoscado sobre el que se alzaban ventanas y, además, balcones en la zona superior. Todos estos vanos se enmarcaban mediante un saliente de unos cuatro centímetros que estaba decorado con motivos clásicos, mudéjares o de vegetación floral. De modo que, se dotó a las portadas de un aspecto ecléctico, en el que se fundieron elementos neoclásicos y orientales. Este gusto por estilos pasados se reflejó también en el zaguán, al sustituirse la puerta de madera barroca por una cancela de reja de tradición árabe, lo que permitía al transeúnte contemplar la belleza del patio desde la calle.
Este estilo de arquitectura doméstica encontró gran acogida entre los cordobeses, puesto que se mantuvo hasta mediados del siglo XX. En estos años tuvo lugar la creación de los principales barrios periféricos de la ciudad, a los que se trasladaron gran parte de los habitantes de las casas de vecinos debido a las malas condiciones de vida en las que se encontraban.
Sin embargo, con el transcurso de los años, se revalorizó la vida en el Casco Histórico, por lo que se reformaron antiguas viviendas para satisfacer esta nueva demanda. Este proceso dio lugar a un fenómeno arquitectónico denominado “fachadismo” que consistía en la destrucción del interior de los edificios, manteniendo su portada. Como resultado, los barrios perdieron parte de su identidad y ofrecieron al visitante un paisaje insustancial, inconexo con el legado arquitectónico que se mantuvo en pie. Actualmente, el Casco Antiguo de Córdoba está protegido ante este tipo de intervenciones a causa de su consideración como Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO en 1994.
La cultura musulmana ejerció una gran influencia en Andalucía, la cual perduraría incluso siglos después de la conquista cristiana. En concreto, Córdoba mantuvo un concepto de arquitectura intimista, cerrada al exterior, por lo que se edificaron casas en las que el patio constituía el centro de la actividad doméstica. Con el tiempo, los cordobeses recuperaron progresivamente su interés por el espacio público: aparecieron nuevas plazas y jardines, mientras que en las fachadas de las vivendas se abrieron más ventanas y se sustituyeron algunas antiguas por balcones. Con ello se permitía una relación más directa entre lo privado, la casa, y lo público, la calle.
Esta dualidad se mantiene actualmente en el carácter de Córdoba. Sus habitantes tratan de preservar la intimidad en sus viviendas, pues el patio sigue siendo una estancia especialmente relevante en sus hogares, pero a su vez se interesan por lo que ocurre más allá de sus muros. Por ejemplo, en algunas zonas de la ciudad, los vecinos continúan sentándose delante de sus casas en verano para disfrutar del frescor de la noche.
Asimismo, esta íntima relación se refleja en dos fiestas tradicionales que curiosamente se celebran en las mismas fechas: el Festival de Patios, espacio privado, y el concurso de Rejas y Balcones, espacio público. La primera de ellas posee mayor relevancia que la segunda en cuanto a su popularidad y su proyección exterior. Quizás ello se deba a que la decoración floral de ventanas es una costumbre más discreta y generalizada, pues cualquiera, ya sea visitante o cordobés, puede deleteitarse con ellas al pasear por las calles del casco antiguo de la ciudad.
Por otra parte, entre otras tradiciones relacionadas con estos elementos constructivos, cabe destacar el «hablar por la reja o el balcón», una costumbre que no sólo se dio en Córdoba, sino que es extensible al resto de Andalucía. Desde principios del siglo XIX, las parejas ya formalizadas «pelaban la pava», es decir, hablaban a través de la reja en la casa de la novia bajo la supervisión de la madre o de cualquier familiar femenino de ésta.
Además, los hombres trataban de enamorar a la mujer que deseaban mientras que ellas se escondían tras las celosías de sus viviendas o se asomaban a sus balcones, según atestigua Estébanez Calderón (1799-1867), en Escenas andaluzas. En uno de sus pasajes, afirma que el hombre debe ser un «cazador famoso y de grande acierto para esto de atrapar vivas, muy vivas las inocentes palomas de quince á veinte abriles que entre celosías y verjas se muestran en las rejas y balcones». El cortejo consistía primero en dar cuatros rondas y paseos por la calle para que la reja dejara ver «la configuración del bulto». Tras esto, el galán terciaba la capa, lo que significaba que quería hablar con «la paloma» y si ella no le hacía caso a sus requerimientos y sólo «arrullaba sin tender el ála», entonces se apelaba al «remedio heróico de oxte y me mudo»: pasear por la calle y cuando se acarcaba a la reja o el balcón se aceleraba el paso y se desplegaba la capa cambiando de lado el embozo. Según Calderón, había «pocas tórtolas ó calandrias que lo sepan ó puedan resistir que verdaderamente se atortolan y encandilan de modo tal, que vienen á dar en el señuelo y á entrarse ellas mismas de por sí mansamente por las redes».
Los varones también se declaraban a las muchachas con serenatas. Para ello, contrataban músicos que acompañasen sus cantos o simplemente para que tocasen melodías cerca de la ventana de las enamoradas. Un ejemplo de este tipo de canciones de rondas es el siguiente:
Asómate a esa ventana
cara de sol te veré
y con la luz de tus ojos
un cigarro encenderé.
De tu puerta me despido
de tus cerrojos y llaves
y de ti no me despido
porque a la puerta no sales.
La niña que está dormida
y la guitarra la llama
despierta despavorida
dando vueltas en la cama
¿dónde está la ropa mía?
Si quiere saber señora
quién la música ha traído
Paco se llama por nombre
Cabrera por apellido.
Me gusta el nombre de Pepe
porque se pega en los labios
y Pepe tiene que ser
mi querido enamorado.
Una madre que tiene un hijo
cree que tiene un caudal
y tiene una carga de estiércol
si no lo deja llevar.