Exposición // Helena del Campo // Procesos de Abstracción
Actualmente, en la era de las redes sociales, un ciclón digital absorbe a los creadores y dispersa su obra por miles de plataformas. Así, la inmediatez y el anonimato multiplican exponencialmente la difusión, mientras dificultan con creces la verdadera promoción del artista, el contacto directo con la persona y la materia. Frente al vacío institucional, espacios abiertos como Limbo 0 siguen impulsando a jóvenes emergentes (bien por un altruismo desmesurado o bien por un impulso casi suicida, si hablamos en términos de negocio). Y es que, por suerte, el tornado a veces remueve el polvo del anquilosado panorama y nos muestra una baldosa amarilla que, tal vez nos sitúe, como a Dorothy, en esa senda donde seamos capaces de hallar “inteligencia” para reconocer, “valentía” para apoyar y “corazón” para amar, a nuestros artistas y su obra.
No sé si soy el más indicado para presentaros a Helena, existen grandes diferencias entre ella y yo. Ella se mueve en las redes sociales como pez en el agua, yo, en cambio, ni siquiera tengo Facebook. Helena cuenta con casi quinientos followers, yo, tengo tres amigos y voy a un par de bares. Helena es aplicada y suele obtener las máximas calificaciones; para mi desgracia, la única matrícula que tengo es la de la vieja y abollada furgoneta en la que me muevo. Helena, en guardia como Maggie Fitzgerald, mira al mundo con envidiable esperanza; yo, como Frankie Dunn, pienso que la lejía huele a lejía.
Sin embargo, hay algo que nos une.
En nuestra primera conversación, recuerdo que charlamos de las carpas Koi y de su insólita capacidad para regular el tamaño en función de su hábitat. También, formulamos una ecuación y despejamos la incógnita de los años que nos separan (más del doble de su vida haría falta para completar la mía). Seguimos hablando en otras ocasiones –sobre todo de cine, aunque también de música– y, además fui contagiándome de su inmenso amor al arte. He descubierto en ella, por añadidura, el reflejo gastado de otros tiempos; la ilusión primeriza, tal vez. Por ello y, a pesar de nuestras diferencias, tengo claro que es “Una de los nuestros”.
En esta su primera exposición, nos enfrentamos a una obra libre de academicismos maniqueos: joven, juguetona, casi inocente y, a la vez, comprometida. Valiente y subversiva, como la propia Helena.
Pablo Téllez. (Productor cultural)
https://helenaseescribeconhblog.wordpress.com/
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